Hace unos días, específicamente el 18 de noviembre de 2025, Panamá logró una de esas hazañas que quedan grabadas para siempre en la memoria colectiva: clasificó al Mundial de Fútbol 2026, uno de los torneos deportivos más importantes del planeta, capaz de detener la rutina diaria de millones de personas.
Previo al partido, la expectativa que se vivía en el país era una mezcla de emoción, ansiedad y nerviosismo. Las conversaciones en las oficinas, en los taxis, en los supermercados y hasta entre desconocidos parecían girar en torno al mismo tema: “¿Clasificaremos?”.
La selección de Panamá nos regaló un juego digno, intenso y lleno de oportunidades. Hubo goles, buen planteamiento y, sobre todo, actitud. Sin embargo, todos sabíamos que no dependíamos únicamente de nuestro resultado. Mientras el estadio Rommel Fernández vibraba con nuestro partido ante El Salvador, también teníamos el corazón dividido con lo que ocurría en el Guatemala–Surinam, ya que la clasificación se decidiría por una combinación matemática de puntos y goles.
Finalmente, las cosas se dieron. Guatemala venció a Surinam y Panamá ganó 3 a 0 en casa. La clasificación directa se selló entre gritos, abrazos y lágrimas de alegría.
La emoción fue nacional… y también internacional. Los panameños que viven en otros países celebraron desde la distancia con la misma intensidad, como si estuvieran en la grada del Rommel.
Las calles de la ciudad se llenaron de gente festejando hasta casi el amanecer. Los videos y transmisiones en vivo recorrieron el mundo, mostrando la felicidad de un país unido por un solo sentimiento: orgullo.
Pero entre los comentarios en redes sociales —entre felicitaciones de otros países y algunas reacciones menos agradables de quienes no lograron clasificar— surgió una reflexión importante. Más allá del resultado, esta clasificación nos dejó valiosas lecciones de humildad que vale la pena recorda
1. Lucha por tus objetivos hasta el final
Nada estaba garantizado. Cuando se anunció que el Mundial sería en Canadá, Estados Unidos y México, muchos asumieron que sería más fácil clasificar, ya que esos tres países no competirían en la eliminatoria de CONCACAF.
Pero la realidad es que nadie tuvo nada asegurado. Hubo que pelear cada punto, cada minuto y cada gol hasta el último pitazo.
En la vida pasa lo mismo: nunca des nada por sentado. Los objetivos no se alcanzan por expectativas ni suposiciones, sino por trabajo constante, disciplina y determinación.
2. Humildad siempre
La alegría de ganar y la tristeza de perder son emociones normales. Lo importante es cómo reaccionamos ante ellas. La noche de la clasificación nos recordó que:
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Felicitar al oponente te engrandece. Reconocer el esfuerzo del otro habla de madurez y respeto.
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Criticar a quien muestra deportividad te empequeñece. Revela más del carácter de quien critica que del que felicita.
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Celebrar las victorias con pasión también es humildad, especialmente para un país pequeño como Panamá, donde los jugadores deben esforzarse aún más para surgir y alcanzar el nivel profesional que compite con potencias que tienen ligas, recursos y tradición mucho mayores.
Panamá clasificó por segunda vez a un mundial. Y lo hizo luchando, creyendo y mostrando el corazón que nos caracteriza.
Hoy celebramos, claro que sí. Pero también aprendemos, crecemos y avanzamos.
Porque el fútbol —como la vida— nos recuerda que los sueños sí se cumplen, siempre que se persigan con humildad, entrega y fe.


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