sábado, 25 de diciembre de 2010
Mensaje de Navidad 2010 del Arzobispo de Panamá
EL NACIMIENTO DEL NIÑO DIOS ES MOTIVO DE ESPERANZA Y GOZO COMPARTIDO
Las fiestas de Navidad nos colocan ante el misterio de amor, que se manifiesta en la encarnación del Hijo de Dios por nosotros, pasando como un hombre más, haciendo suya nuestra vida con sus gozos y sufrimientos, con sus alegrías y penas; afrontando dificultades y penurias; anunciando la llegada de una paz sin límites, un reino de justicia y libertad plenas.
El nacimiento del Hijo de Dios en nuestra carne es parte de nuestra fe cristiana, mayoritariamente participada por los panameños. Por eso, es un motivo de gozo compartido entre nosotros la llegada de las fiestas de Navidad. Fiestas en las que el pesebre de Belén y el Niño Dios nacido de la María Virgen constituyen el centro de adoración y el motivo de esperanza para millones de seres humanos que ven en Jesús la manifestación de Dios, y a Dios mismo entre los hombres.
La Navidad nos obliga a una reflexión profunda, ante el intento sostenido por diluir el sentido de estas fiestas en meros festejos populares que no contienen la más mínima relación con el misterio del Nacimiento de Jesús. Ya vemos cómo se ha ido perdiendo el Feliz Navidad, por Felices fiestas de fin de año, con tal de alejarse de su sentido religioso.
El Papa Benedicto XVI en su Mensaje para la Jornada de la Paz del 2011, dedicado a “La libertad religiosa, camino de la paz”, subraya que “Los cristianos son actualmente el grupo religioso que sufre el mayor número de persecuciones a causa de su fe. Muchos sufren cada día ofensas y viven frecuentemente con miedo por su búsqueda de la verdad, su fe en Jesucristo y por su sincero llamamiento a que se reconozca la libertad religiosa”.
Los cristianos, en algunos países, llegamos a estas fiestas no sólo con esta sensación de cierto acoso, sino sumidos además con el resto de los ciudadanos en los efectos de una crisis económica y social que ha dejado sin trabajo a millones de personas, provocando una tensión social no deseable como amenaza de la paz pública.
En nuestro país se percibe una insatisfacción porque el desarrollo económico no permea a todos los sectores de la sociedad, especialmente el de los más excluidos y pobres. Nos hace falta buscar más los caminos de diálogo y consenso para salir de los conflictos y lograr políticas públicas consecuentes con las necesidades del pueblo. La corrupción es un cáncer que no parece detenerse, el aumento de la canasta básica, la preocupación por la libertad de expresión, son desafíos aún por resolver.
Ante esta realidad, la Iglesia no cesa en su llamado por lograr un modelo de desarrollo que tenga en cuenta la dignidad de la persona humana, desterrando el lucro como objetivo primero del mercado. Para esto, es necesario contar con los criterios morales que el Evangelio ofrece para regular la conducta humana, teniendo en cuenta que la religión cristiana y las demás religiones sólo pueden contribuir a la ordenación ética de la vida social, económica y en particular política.
La frase de la Madre Teresa de Calcuta, es oportuna cuando nos dice que No hay que cambiar la religión de los hombres, sino su corazón. Al celebrar las fiestas de la Natividad del Señor, invito a todas las personas de buena voluntad a mirar sin prejuicios el mensaje evangélico, que nos descubre la condición común de miembros de la misma familia humana, por el hecho de proceder todos del mismo y único amor generador de vida: el amor de Dios, aparecido en Belén para salvación del mundo. Que el Niño que adoramos en el pesebre, pueda renacer en nuestro corazón para que seamos instrumentos del amor de Dios y así transformar las injusticias y las estructuras de inequidad social y podamos construir el Panamá de justicia, de paz, de amor y solidaridad.
De manera especial quiero enviar unas palabras de esperanza tanto a los nacionales como a los inmigrantes que carecen de un techo donde cobijarse; a los enfermos y a los pobres, a los excluidos de la sociedad, a las familias damnificadas por las recientes inundaciones, que han perdido familiares y propiedades. Recuerden que nuestra fortaleza es Dios, quien nos ha enviado a su Hijo para salvarnos.
La misma familia de Nazareth, incluso estando lejos de casa, en medio de la pobreza del pesebre, de la indiferencia del pueblo y la hostilidad del poder, pudo gozar del Misterio de la Navidad, porque en la ciudad de David, nos ha nacido el Salvador. Aún en medio del dolor, que ustedes puedan reconocer en el Niño al único Salvador del mundo, fuente inagotable de la paz verdadera, a la que todos aspiran en lo más profundo del corazón.
Para todos deseo la bendición del Niño de Belén y unas entrañables fiestas en su honor en la paz del hogar y en la deseada convivencia de una sociedad de cultura y sentimientos cristianos, abierta a todos. ¡Feliz Navidad!
Panamá, 24 de diciembre de 2010.
+José Domingo Ulloa Mendieta
Arzobispo Metropolitano de Panamá
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Me encanto el blog y mas esta noticia. Que viva la Navidad para todos!
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