viernes, 22 de julio de 2011

SERIES - Virtudes y Valores - Eficiencia


¡Uf! En la escala de virtudes humanas, eficiencia es tan urgida y necesitada como el sentido común y la solidaridad. Tomemos como ejemplo las sociedades donde estas tres virtudes abundan... hmm... ¿Japón? ¡Sí! Por muchas razones, eficiencia es algo que se ha arraigado dentro de la cultura japonesa.


En mi concepto y entendimiento de lo que es esta virtud, eficiencia es el aprovechamiento correcto y justo de cada recurso valioso. Nada es desperdiciado. Nada va a la basura; y mucho menos el tiempo. Entonces ya no solo estamos hablando de sentido común y de solidaridad, y de integridad, si no además puntualidad. Se hace todo a conciencia. Y ¿Qué es conciencia si vivir la vida a conciencia no es vivirla al máximo? ¿Aprovecharla al máximo? Eso es eficiencia.


Sin embargo, el diccionario se refiere a la eficiencia en términos de competencia en desempeño; en la habilidad de obtener resultados con el mínimo uso de tiempo y esfuerzo. Por ejemplo, el empleo de la línea de ensamblaje incrementó la eficiencia en la industria. Mecánicamente, es el cociente obtenido dividiendo el trabajo obtenido o logrado entre la energía utilizada por la maquinaria. De ahí que un auto que te rinde 100 kilómetros por galón de combustible es más eficiente que otro que te da tan solo 33 kilómetros por el mismo galón. Sea como sea, dejemos algo claro: para ser eficiente hay que ser efectivo.


Pero si hablamos de eficiencia como virtud humana, no somos máquinas; somos seres humanos. Entonces concentrémonos en qué es lo que nos motiva a ser eficientes. No nos llamemos a engaño: existen razones culturales y de idiosincrasia. Esto equivale casi a decir que “se nace con ella”, aunque genéticamente no es cierto. También aveces la necesidad, tragedia o desgracia nos obliga a ser alta o máximamente eficientes. Estos serían motivadores negativos, pero igualmente eficaces. ¿Entonces? Con el perdón de ustedes, si no nacimos japoneses, y no trabajamos salvando vidas en una sala de urgencia en el campo de batalla, o en un barco que se está hundiendo, ¿Qué tenemos que experimentar para optimizar nuestra capacidad personal de producir y maximizar nuestro valor productivo y contable?


La respuesta es: -ya está escrito aquí- la conciencia; lo que nos diferencia a los humanos de los animales. La eficiencia también se apoya en otros valores y virtudes, tales como la honestidad, la puntualidad, el orden y el sentido común, la generosidad, la integridad y el trabajo arduo, entre otras. Pero en mi opinión, la eficiencia nace principalmente en esa parte del cerebro donde se origina la conciencia, la ambición personal y el orgullo. Como ven, existen tantas y tantas razones para ser eficientes. La eficiencia en la colectividad de la sociedad luego deriva en un país muy productivo y pujante. ¿Por qué? Recuerden que en el concepto de eficiencia personal existe un factor referente al tiempo. Seamos concientes de que si somos más eficientes, lograremos hacer más cosas en el día, y por lo tanto, más cosas en la semana, más cosas en el mes, más cosas en el año, y más cosas en la vida. Seremos mucho más valiosos y apreciados. La eficiencia brilla como el oro y se nota mucho en una persona. Expresado de una forma más pagana, si somos más eficientes ganaremos más dinero, aunque parezca que no; aunque recibamos un salario fijo cada quincena.


A manera de anécdota, hace unos años, Concepción y yo decidimos mudarnos a vivir a un pequeño pero encantador y privilegiado apartamento en el Casco Antiguo de la Ciudad de Panamá. Cuando Concepción posó sus ojos sobre esta pequeña vivienda por primera vez, le resultó inconcebible y tal vez imposible poder mudar nuestras vidas desde nuestro relativamente amplio apartamento en Punta Pacífica a este pequeño estudio. Tras mi labor de motivación y convencimiento, sin mediar mayor inspiración o ingenio de mi parte, Concepción por cuenta propia se dispuso a investigar por internet ideas sobre cómo se organizan las parejas en los pequeños apartamentos del Distrito de So-Ho, de la ciudad de Nueva York, para ordenar sus bienes y vivir cómodamente. De ahí surgió un interesante proceso de aprendizaje, con ideas que pusimos en práctica; ideas que evidentemente tenían todo que ver con el concepto de eficiencia, efectividad y algo de decoración. Como resultado, vivimos por un par de años, una de las etapas más bellas y memorables de nuestras vidas, que a su vez nos premió además con bellas y nuevas amistades, y otras series de recompenzas, prestigios y satisfacciones personales. Ahora estamos pensando en realizar el peregrinaje del Camino de Santiago (de Compostela), y sabemos que uno de los factores importantes que debemos tomar en cuenta para poder peregrinar con éxito, a lo largo de estos 1,100 kilómetros de camino, llevando nuestros enceres en mochilas, es la eficiencia. Y sabemos que la recompenza nos durará para el resto de nuestras vidas.


Si los mochileros pueden ser tan eficientes, ¿Por qué nosotros no? Eficiencia, día tras día, es caudal y riqueza, y menos desperdicio.

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